martes, 4 de octubre de 2011

Una gota de Perdón



Anoche lloré. Esta mañana Lloré pero cuando quise seguir llorando me di cuenta que se me acabaron las lágrimas.

Equivocadamente he sido sentenciada a todo lo más triste que el mundo poco a poco me regala por el simple hecho de ser sincera en mi vida y en tu vida. Le regalé la humildad a la vida y ella me pago con lágrimas y decepciones.

Intenté ser mejor a medida que los días pasaban y pensé que la distancia curaba las malas heridas y que la soledad ayudaba cuando necesitábamos reflexionar pero lamentablemente volví a llorar cuando noté que nada valía el esfuerzo. Quizás hubiese sido mejor que me quedará sentada viéndonos decaer y viendo como vivíamos algo de ensueño pero que no podía verse frente al espejo por que daba ganas de llorar otra vez.

Poco a poco comenzamos a tapar nuestros defectos e inventamos una sonrisa para todo. Creíamos que un simple beso o un abrazo, borrarían los malos recuerdos pero resulta que sólo aliviaban las tristezas del alma. Siempre he dicho lo que pienso aunque fuese a mis adentros pero cuando finalmente, ante ti, abro la boca que devora mi alma, resulta que mi verdad te duele tanto que te hace desfallecer, te hace querer ser como nunca fuiste, te hace verme diferente está vez. No es que nunca fui celestial, es sólo que mis pies tocaron la rudeza de la tierra, fría y llena de piedras y me demostró que en el cielo no siempre se es de día. Algún día tenía que caer.

Quizás me sirva lanzar unas cuantas manzanas al cielo para verlas caer y recordar que son manzanas voladoras, pero al fin y al cabo son manzanas, rojas, comestibles y con fecha de expiración. Creo que así resulta el Amor. Nadie puede atar las manzanas al tiempo, ni al cielo, ni a la boca que deseamos que se la coma. Nadie puede pintar las manzanas con el sabor dulce, celestial y especial que posee una pera, sin embargo preferimos a esa Manzana tan provocadora. ¿Será entonces real que las manzanas lloran?

Pido una palabra a mi cabeza y me arroja un crucigrama sin pista alguna. Pienso poco a poco que no pueden perderse las horas, los días, los meses que en cuentos he llorado, pero sin embargo creo darme doy cuenta de que todo eso fue vivido en mentiras llenas de pocas verdades y que quizás creímos demasiado en el perdón imperdonable de lo manifestado por nuestra alma. Lo mas contundente de las cosas es que pensamos que el perdón es algo que se inventa, se da, se regala y se borra pero lo que me resulta ahora interesante es pensar que quien pide perdón se hace automáticamente merecedor de dicha palabra por el simple hecho de pedirlo. Se que cuando pedimos fresas a la vida, esta te da limones, entonces no sé a quien mas pedirle perdón con la esperanza de que no me lo regale sino que me lo conceda con la responsabilidad que eso atribuye y con la necesidad que merece calmar la culpa. Quizás perdonar sea liberar de culpas a quien perdona.

No hay comentarios:

Publicar un comentario