miércoles, 29 de abril de 2015

Besos de Amapola

Me gusta un beso de esos que surgen mientras estamos sentados en las nubes, mirando al Sol.
Me gusta un beso de aquellos que aparecen cuando vamos navegando juntos, hacia las estrellas y sus conspiraciones.
Me gusta que nuestro beso esté lleno de color y caramelos.
Me gusta un beso que esté lleno de ti y de mí, en un sólo suspiro de bocas.
Me gusta un beso donde se explore cada centímetro de mi sonrisa y de tu contextura, esa que me regalas con un simple te quiero.
Me gusta un beso lleno de ese vital líquido que hoy nos mueve el alma del mundo.
Me gusta un beso que no se pida, que no se robe sino que se encuentre entre tú boca y la mia.
Me gusta un beso que no se ha dado pero que habrá que esperar su dulce morada.

Y entre tantos besos, me gusta uno que ha sucedido a través de largos kilométros de distancia, entre nuestras voces, entre todas nuestras palabras.

Amapola!

Tú: un rostro sin huella

Gotas de miel y besos sin labios, inundan el jardín de nuestros encuentros. Me miras y yo con mis mejillas entonadas de pájaros azules, te desvío las palabras que nunca dices. Hay un Sol escondido entre las esquinas de este jardín y observo a través de los rayos que respladencen en tú mirada, el surgimiento de una inmensa necesidad de abrazos entre estas dos almas perdidas.
Llegas nuevamente y a lo lejos percibo esa fragancia de café y canela que se ha desbordado de tú vaso sobre mi, como cada tarde de Verano donde nunca hemos coincidido. Miras el reloj y yo cuento los inmensos minutos que necesito de tú presencia, tú dulzura y tú sola compañía.
Recuestas tú cuerpo sobre donde se posan mis raíces y aunque sé que nunca he estado sola en este viaje de emociones,  suspiro al recordar los sentidos que has robado de mi pecho, donde sigo siendo tuya, como del fuego es la ceniza y como del universo es mi sendero. Así empiezo a ser de ti cada día, sin mirarte siquiera.
Mis huellas pertenecen a tu cuerpo a través de cada centímetro que han recorrido nuestros encuentros y a través de cada kilométro de mi necesidad, sabiendo que tú siempre aparecerás, aún sin rostro, y que has estado ahí escondido entre las nubes de mi desnudo jardín.
En este encuentro, he sido esclava de tus lágrimas y tus sonrisas, cuando ellas inundan tú alma a través del mismo Sol que ha rozado tus cabellos, tan suaves como copas de algodón, llenitos de mar.
 Mi silencio ha sido perpetuado en cada abrazo que te he regalado a través de mi piel,llena de sueños, lluvias, arcoiris y de pequeños olvidos que le he regalado a tus ojos.
En este jardín, Sé que cuando me cubro de verde te robo sonrisas infinitas y que mi fragancia de mar te recuerda épocas antiguas, pero con tú voz, con tus labios llenitos de peces y con tus miradas de constelaciones celestiales, me resultas el sentimiento más poderoso para sentirme, cada tarde y de nuevo junto a ti, la florecita más hermosa y humana, que jamás ha podido existir.