lunes, 29 de marzo de 2010

La Despedida de Lucrecia

Abro poco a poco mis ojos buscando encontrar una señal que me ayude a recordar dónde estoy. Observo todo a mí alrededor y voy detallando la habitación donde me encuentro, la cual esta totalmente vestida de blanco y en perfecto silencio. Volteo mi rostro y contemplo mi brazo conectado a millones de cables que salen de un aparato algo extraño, me toco el rostro y lo siento lleno de arrugas y unos cuantos años. Trato de seguir contemplando el lugar en el cual me encuentro y descubro una ventana semiabierta. A través de ella logra penetrar un poco de luz solar además del sonido de la paz que se reincorpora poco a poco. Observo al día despertar conmigo y ahí quedo sumergida entre sus ojos, no es sino hasta unos minutos después cuando entra alguien a la habitación.

-Buenos Días, Amiga Lucrecia!! ¿Cómo amaneces hoy? ¿Por qué noto en ti esa pequeña mirada triste?... ¿No me piensas responder?
-Lucrecia mira el cielo está hermoso, las nubes están llenas de vida y la brisa es muy fresca. Lucrecia, Lucrecia!!
Le levanto la mano a Lucrecia y esta como un témpano de hielo, observo el monitor de signos vitales y no tiene vida. – ¿Lucrecia qué sucede, qué te paso?-
Observo el cielo y de repente el día se ha hecho noche, los pájaros asombrados se asoman a la ventana a verte partir y aquí entre mis brazos decides irte amiga Lucrecia, escondiendo tus secretos y tristezas, tus miradas y sorpresas.

Cuando recuerdo a la enfermera, Cristal, evoco esas sonrisas y esas miradas tan especiales que día a día ella me regalaba. Recuerdo que ella me cuidaba de forma especial y única, así como nadie de mi escasa familia nunca, de los 3 meses que estuve aquí, llego a hacer por mí. Recuerdo que un día mientras yo me sumergía en mí silencio y mí soledad, ella me miraba fijamente como respondiéndome todas esas preguntas que a diario yo debía hacerle pero que nunca las hice. ¿Me quieres Cristal? ¿Me miras a mí Cristal? ¿Realmente miras mi alma o simplemente me miras?

Antes de que yo entrara a la habitación, había pensado en Lucrecia detenidamente y en el hecho de que sentía un inmenso cariño hacia esa señora tan especial. De manera inexplicable se había creado un lazo muy fuerte hacia ella que me hacia preocuparme por saber realmente que escondía ese silencio suyo, que escondía ese cofre de madera que ella siempre aferraba junto a su regazo al dormir. Lucrecia llevaba 3 meses hospitalizada debido a que un buen día su corazón decidió detenerse sorprendiendo a la solitaria dama, pero por suerte su ama de llaves estuvo ahí.
Habían pasado 3 largos meses y era curioso que yo nunca había conocido a ningún amigo o familiar de ella, excepto por una vez…

Sus constantes atenciones y su cariño nunca dejaron de sentirse en esta habitación a ninguna hora ni en ningún día ni siquiera aquella vez que recuerdo como si fuese ayer, Cristal se asomaba a la puerta, yo estaba semidormida, y junto a mi yacía el guardián de mis recuerdos. Ella abusivamente había tomado mi cofre para retirarlo de mí regazo y sin querer ocasionó que se deslizara la foto de mi pasado. Repaso cada detalle y se viene a mi mente el momento de angustia que viví al llevarme aquel susto, que casi provoca que mi corazón se detuviera otra vez. Recuerdo que Cristal al ver la imagen de mi boda, se atrevió a preguntarme por mi vida, por mi familia y hasta mi niñez.

-¿Lucrecia quien es él? ¡Es muy Guapo!... ¿Lucrecia?-
De nada bastaba que yo quisiera tanto a esa mujer, a esa loca señora, puesto que ella cada día buscaba encerrarse más y mas en su cofre de madera, observando a la ventana y sin llegar a responderme nada. A veces me sorprendía cuando pronunciaba las pocas palabras que eran suficientes para vivir, pero sólo ese día, que le devolví su foto, la vi sonreír. Fue como si mientras que yo hablaba de su hermoso acompañante, ella recordara o sintiera que él estaba ahí junto a ella, en la habitación blanca, silenciosa y vacía.
Ahora que noto que mi amiga Lucrecia ha cerrado sus ojos rotundamente, me atrevo a tomar nuevamente su tan anhelado cofre y a buscar en él sus emociones, su vida. Me siento como si con él pudiera encontrar, muy en el fondo, su corazón. Me acomodo junto a la ventana que ella tantas veces admiraba, observo a los grandes árboles que la adornan y a los pájaros detenidamente, es justo en ese instante cuando observo algo maravillada.

Hoy decido que no puedo hacerme la dormida porque realmente ya estoy dormitada, estoy dormida para siempre y a la vez estoy aquí sentada, junto a Cristal viendo como observa mi cofre sin siquiera abrirlo y como mira a través de la ventana. Trato de asomarme y encontrar eso que la tiene tan asombrada en esta alborada poco cálida. Me detengo junto al vidrio y veo a los árboles, mis fieles amigos, danzando sin cesar; veo los pájaros cantando sutilmente y que se mueven de rama en rama como bailando, como la gente. Las flores de los árboles invaden el aire y dan muchas piruetas hasta tocar el suelo, todo parece una fiesta de la naturaleza, todo parece despedirse de mí al estilo de una condesa.
Cristal decide tomar mi cofre y baja corriendo hasta el lugar donde los árboles bailan y los pájaros cantan. Le dedico una mirada de reproche, aun sabiendo que no la verá, cuando la veo contonearse con mi cofre y conmigo a su lado. Decido bajar hasta donde esta ella para oír lo que oye, para mirar lo que mira.

Llego con el cofre entre mis manos y cuando me acerco a el árbol mas grande, frondoso y viejo de todo el lugar siento inmensas deseos de abrazarlo; lo abrazo fuertemente colocando el cofre entre los dos e imaginando que es a ella, Lucrecia, a quien veo y abrazo, a quien huelo y le sonrío. Miro hacia el cielo y veo como caen estrellas de flores justo a mí alrededor, tocan mis cabellos y rozan mis mejillas. Decido inmediatamente añadirme al movimiento de la tierra y trato de seguir el paso de la naturaleza. Bailo, brinco, grito y lloro.
Abro el cofre y encuentro unas cuantas cartas, unas cuantas fotos y unas cuantas flores. Lanzo todo al aire y mi cuerpo gira y gira como danzando sin parar bajo el ritmo de un ritual de despedida que entre los árboles, los recuerdos de Lucrecia y yo, hemos decidido bailar. Mis ojos sorpresivamente se ven invadidos por gruesas lágrimas que recorren mis pómulos, mi cuerpo se ve interrumpido por mi mente que se detiene a pensar y a sentir que ella esta en este lugar.

Efectivamente escucho los latidos de su corazón y oigo todos los más hermosos sonidos del mundo. Oigo también como Cristal llora y como piensa en despedirse de mí. Es ahí cuando reparo a entender que en su mundo y en su vida yo fui alguien especial. Luego lamento por unos minutos no haber podido hablarle ni abrazarle nunca como ella ha hecho en este día con el árbol. Toco sus manos muy suavemente y le susurro al oído: -¡Gracias, Cristal!- Inmediatamente observo como se dibuja una sonrisa en su rostro y como caen mas de esas gotas, de sus ojos. De alguna manera se que ella ha sentido todo el amor que yo en este instante de magia he vivido. Me volteo y veo una pequeña luz detrás del árbol, camino hacia ella y antes de tocarla giro y volteo casi por última vez, como buscando ser vista por esos ojos que me cuidaban y que me amaban.

-¡Adiós Lucrecia Sánchez! , Que el nuevo mundo brille para ti- Dirijo mi última mirada hacia el árbol y le sonrío, sabiendo que ella me mira desde ahí. Recojo cada foto, cada cosa y cierro el cofre, me siento por unos instantes delante del árbol y lo dejo todo ahí.

2 comentarios:

  1. Bonitas historias en este blog! Enhorabuena

    con permiso te sigo Azucena..

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  2. Hola! Muchas Gracias, pronto publicaré muchas mas..

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