sábado, 20 de marzo de 2010

El Éxtasis de Nuestro Encuentro


Entro a la habitación de al lado y encuentro a mi dulce amiga Samantha, al fin está sola. Le doy un cordial saludo y un gran abrazo, la tomo entre mis manos y le dedico una sonrisa prolongada, es ahí cuando de repente mis dedos parecen imanes unidos entre si que luchan poco a poco por buscar tocarse y atarse alrededor de su suave cuello. Sus cabellos son tan blancos y mansos como el algodón y entre ellos mis manos se pierden de vista. Ella, mientras desesperadamente mueve todas sus extremidades, paraliza progresivamente sus ojos y yo los veo pidiéndome clemencia y salvación, pero mi placer es tan grande que no siento remordimiento alguno, sólo sé que muy pronto acabará mi desesperación.
Siento poco a poco en mis dedos como su cuello se calienta y se fractura y como su sangre late mientras recorre rápidamente su cuerpo, buscando un milagro o quizás aceptando el destino que yo le acabo de imponer.
Mis manos empiezan a tornarse algo rojizas y siento que ya no puedo detener la presión que ejerzo sobre mi amada Samantha. No siento miedo alguno de las consecuencias de mis acciones, sólo deseo terminar sonriendo.
Llegado el momento en que su pecho deja de inhalar, se dibuja una mueca en mi rostro y repito dulcemente, con una sonrisa fugaz -Adiós mi amada Samantha, Adiós hasta nunca jamás.
Mientras transcurren los minutos finales de este encuentro, le comento a ella que nunca quise lastimarla solo quise buscar la manera silenciosa y posible de acabar con sus maullidos, sus bolas de pelos regadas por la casa, sus constantes contoneos por debajo de mis piernas y sus visitas nocturnas a mi cocina donde se daba a la tarea de lamer mis platos, mis ollas y mis vasos.

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