sábado, 24 de septiembre de 2011

Andreina Hargitay

Soy una mujer blanca, alta, de cabellos oscuros y largos, con una manera de caminar acelerada y firme. Siempre voy contra el tiempo.

En mi rostro se vislumbran algunas pecas al igual que en mis hombros, no se si sean producto del Sol costeño que día a día me acompaña.

Mi boca es pequeña y mi nariz respingada, la cual refleja los rastros europeos de mis antepasados.

Mi sonrisa es grande y mis dientes pequeños.

Mi voz no es gruesa pero si es de un tono fuerte y acelerado.

Mis ojos no son grandes pero son de color marrón claro y mis orejas son pequeñas y suaves además tienen cada una de ellas dos agujeros.

En mis ojos, cuando el sol los toca, se puede mirar un amplio desierto.

Mis pestañas son largas y curvas, pero no están muy pobladas y mis cejas son algo gruesas y negras.

En mis mejillas se encuentran muchas veces unos diminutos agujeros y un tono rosado, que aparecen al sonreír o apenarme.

Mi contextura no es delgada pero si está definida por suaves curvas en las caderas.

Tengo piernas y brazos largos y mis manos están acompañadas de dedos muy finos y largos también.

Los dedos de mis pies son pequeños y gorditos.

Mi espalda, mi estómago y mis piernas siempre están blancos porque no voy mucho a tomar el sol.

Soy apenas una joven de 23 años, por ende mi rostro no tiene arrugas que representen el pasar del tiempo, sin embargo llevo una diminuta cicatriz en todo el centro de la frente que me recuerda un grave accidente. Además tengo la mala costumbre de siempre fruncir la frente.

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